El Tarot Queer: Una breve historia de significado y sanación
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De más maneras de lo que parece inicialmente, el Tarot es sin duda alguna un arte y una práctica queer.
Es por eso que no debe sorprendernos que tanto individuxs como colectivos queer en varios contextos históricos han celebrado este hecho de manera intuitiva, resonado con sus ya famosas imágenes esotéricas y deleitándose en su existencia misteriosa entre el mundo de los sueños y el de nuestro día a día, al márgen de la lógica que rige nuestra cotidianidad: algo parecido a la vida queer en sí misma.
Y es que tanto las prácticas socio-políticas y éticas denominadas queer como el arte del Tarot requieren que dejemos a un lado lo normativo. Ambas también implican historias en las que se reforma y se reclama el significado, en donde se enfatizan procesos de autodesarrollo y autorrealización holísticos; no sólo para nuestro bien, sino también para el de todxs con quienes convivimos y compartimos amor y afecto. Barajamos las 78 cartas en nuestras manos, y damos el salto––o el zambullido––de fé hacia lo vasto y lo desconocido, con la esperanza de emerger al otro lado transformadxs.
Debido a que la historia y desarrollo del Tarot ha involucrado las contribuciones de fuentes tanto occidentales como no-occidentales que remontan a la antigüedad, su punto de origen es difícil de conocer. El Tarot como lo conocemos hoy en día proviene de un contexto europeo: un juego de barajas del siglo XIV en Italia y Francia que luego se transformó en método de adivinanza para finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Para ese entonces, era una actividad aristocrática.
Se puede decir que no fue hasta el momento de la distribución comercial del Tarot de Rider-Waite-Smith en Inglaterra en el 1909 y en los Estados Unidos por parte de la compañía US Games en 1971 que el Tarot se convirtió en el fenómeno cultural que es hoy en día.
La baraja Rider-Waite-Smith es indudablemente el Tarot más famoso. Sin embargo, la historia de su nombre lleva consigo la marca del silenciamiento. El nombre original de esta baraja incluía sólo los apellidos “Rider-Waite”, obviando por completo las contribuciones de Pamela Colman Smith (1858-1951), una mujer del color de ascendencia jamaiquina y británica quien pintó sus ya emblemáticas imágenes.
Colman, una artista visionaria además de una brillante estudiosa del mundo esotérico, pintó estas imágenes por una cantidad de dinero muy pequeña y vivió predominantemente en estado de pobreza, aún después del éxito de la baraja que ayudó a crear. Hoy en día, algunxs estudiosxs del Tarot discuten la posibilidad de que Colman haya sido una persona queer: solía frecuentar espacios bohemios y mágicos que contaban con una robusta presencia queer. Colman fue también una voz apasionada en las luchas feministas de su época.
Después de Smith, muchxs artistas han continuado produciendo sus propias versiones de las imágenes clásicas de aquella baraja, infundiéndolas con las nuevas libertades de nuestros tiempos. Esta práctica ya de por sí demuestra una ética queer, un poderoso recuperar de una tradición existente. El Tarot refleja la democratización que goza la baraja hoy en día: hay barajas como el Black Power Tarot en las que aparecen prominentemente figuras afrodescendientes. También existe la baraja Slutist, la cual representa la comunidad de trabajadores sexuales. Todo esto nos recuerda que esta herramienta de adivinanza le pertenece a todxs, que todxs tenemos derecho a vernos reflejadxs en ella.
Pero más allá de las particularidades históricas, lo queer yace en el centro del Tarot en sí.
De un vistazo, las imágenes de la baraja parecen adherirse a las convenciones heteronormativas: reinas, reyes, sacerdotisas, emperadores––todxs pertenecientes al binario de género. Sin embargo, al percatarnos de las capas de correspondencias esotéricas en las cartas, descubrimos una historia muy a la par con las narrativas queer y trans de género y sexualidad.
El género en el Tarot se expresa como una energía fluida y cambiante, totalmente apartada de la lógica binaria. En su esencia, el Tarot nos cuenta una historia en la que se trascienden los límites del pensamiento dualista: existen atributos masculinos y femeninos en todxs nosotrxs. Una carta como Templanza, la cual pertenece a los arcanos mayores, nos habla acerca de esta importante combinación de opuestos––el fuego masculino y las aguas femeninas se mezclan en un cáliz sujetado por una figura angelical andrógina. Es una carta que enfatiza la importancia de balancear las fuerzas opuestas y nos revela la abundante fluidez que somos capaces de encarnar, la profunda sanación que surge cuando perseguimos nuestras más íntimas verdades. Estas verdades, en cambio, frecuentemente exceden las imposiciones de la sociedad.
Como una persona queer de color que practica el Tarot, he podido experimentar las formas en las que la baraja me ha otorgado a mi y a otrxs un lenguaje para redefinir y reconstituir lo que pensábamos conocer sobre nosotrxs mismxs. Al leer las cartas a otras personas, he utilizado el Tarot para crear un espacio seguro donde mis clientes pueden aprender a descubrirse a sí mismxs con compasión y curiosidad.
He sido testigo de cómo una lectura logra afirmar procesos de transición de género. He discutido cartas del Tarot con mi psicóloga, donde la baraja me ha ayudado a expresarme cuando no encontraba las palabras precisas para hacerlo. Como una práctica de comunidad y encuentro, el Tarot nos devuelve el poder curativo del ritual que se nos prohibió cuando fuimos rechazadxs por comunidades espirituales tradicionales. Esta integración al colectivo que implica esta práctica es esencial para el entendimiento holístico de nuestra individualidad en medio de un mundo fracturado y muchas veces hostil hacia nosotrxs.
Así que busquen unas barajas, respiren hondo y véanse reflejadxs en las infinitas posibilidades queer que nos conectan al gran misterio de la vida.